By agosto 24, 2012 6 Comments Read More →

Los Templos de Damanhur

Con frecuencia recibimos noticias de interesantísimos hallazgos arqueológicos; historiadores, científicos y periodistas informan haber encontrado restos de una antigua civilización perdida por siglos, hasta entonces desconocida. Sin embargo, los Templos de Damanhur, una construcción arquitectónica subterránea sorprendente por sus dimensiones y sofisticación, no constituye el resto de un reino extinguido, sino un corredor de bolsa que se puso a cavar en el fondo de la casa.


Hace cuatro décadas, Oberto Airaudi dejó su empleo y se volcó en secreto a construir una serie de templos bajo tierra en el valle de Valchiusella, cerca de la ciudad italiana de Turín.

Se trata de nueve cámaras distribuidas en cinco niveles, tan opulentas que quien las ve no puede salir de su asombro. Construidas en forma de tríptico, sus dibujos e inscripciones narran la historia de la humanidad. Cada una está unida a la siguiente y a la anterior por medio de túneles ornamentados. La superficie total de la que ha sido llamada la Octava Maravilla del Mundo llega a los 90.000 metros cuadrados.

Hace pocos años que el gobierno italiano se enteró de su existencia, y hoy sólo unos pocos tienen permiso para conocer el impresionante hallazgo.

Actualmente se lo conoce como “Los Templos de Damanhur”, y no se trata, como en muchos otros casos, de los restos de una civilización perdida, sino de una obra que comenzó en los años ’60. Airaudi, manifestó haber tenido visiones de lo que había sido en su vida pasada, en la cual había habido espectaculares templos. Soñó que vivía en una comunidad que gozaba de una existencia idílica, en la cual todos trabajaban por el bien común. No lo dudó un instante y se decidió a recrear ese lugar ideal: así se dispuso a construir los templos exactamente como los había observado en sus visiones.


En 1977, el italiano seleccionó una remota colina cuya dura roca podría sostener perfectamente las estructuras que tenía en mente. Como el proyecto duraría largo tiempo, Airaudi se hizo construir una casa en la colina, donde se mudó con varios amigos que compartían su visión. Valiéndose de martillos y picos comenzaron a excavar para crear los templos de Damanhur. El nombre hace alusión a una antigua ciudad egipcia que se encontraba bajo tierra; la voz significa “templo de la luz”.

Como el grupo no había obtenido permisos oficiales para la construcción, decidieron compartir el plan únicamente con personas de ideas afines. Así, poco a poco acudieron a la colina voluntarios de todo el mundo, que trabajarían en turnos de cuatro horas durante los próximos 16 años, sin otros planes o diseños que los bocetos que Airaudi había extraído de sus visiones.

El proyecto se financió con la creación de pequeños negocios fundados para servir a la comunidad local. Para 1991, la mayor parte de las nueve cámaras estaban completadas con impresionantes murales, mosaicos, estatuas, vidrieras y puertas secretas. A pesar del celo de sus arquitectos, poco a poco se fue corriendo la voz del secreto.

La primera vez que la policía se acercó, lo hizo con la excusa de que los negocios instalados estaban invadiendo impuestos. Pero un año después, directamente se abalanzó sobre la comunidad exigiendo que se le mostraran los templos. Airaudi y sus amigos no se resistieron a la autoridad y así abrieron por primera vez la puerta secreta de la maravilla a los ojos del mundo. Tres policías acompañados de un fiscal ingresaron, pero apenas entraron en el primer templo, no pudieron pronunciar palabra: la sorpresa los dejó mudos. Dentro había una cámara circular de 8 metros de diámetro; el techo, de cristal pintado, estaba sostenido por una columna central que representaba las figuras tridimensionales de un hombre y una mujer.


El atónito grupo continuó caminando para encontrar columnas esculpidas recubiertas de oro, de más de ocho metros de alto. Sorprendidos, decidieron apoderarse del complejo en nombre del gobierno. Esperide Ananas, una de las voluntarias que participó en la construcción del Templo de Damanhur, relató que cuando los policías descubrieron las cámaras, les dijeron que podían continuar con el trabajo artístico, pero que debían cesar de construir porque no tenían permisos oficiales para hacerlo.

Más tarde se les concedería un permiso retrospectivo, gracias al cual hoy los miembros de la comunidad cuentan con su propia universidad, escuelas, supermercados orgánicos, viñedos, granjas, panaderías y casas ecológicas que han sido premiadas en diversos certámenes. Si bien no tienen un líder espiritual, sus templos se han convertido en el foco de la meditación grupal. Cada año, miles de viajeros de todo el mundo visitan los Templos como parte de una búsqueda espiritual interior. En ellos es posible meditar, estudiar filosofía y conocer otro modo de vida, basada en el desarrollo sustentable, la solidaridad y la paz.


Algunas de las salas llevan nombres de materiales, como por ejemplo, la de la Tierra, la del Agua y la de los Metales. Otros, como el Templo del Laberinto o el de los Espejos evocan mayor misterio. En todos ellos cada detalle tiene un sentido. Colores, proporciones, materiales y formas colaboran para formar un todo simbólico. Atravesando las estancias, uno se da cuenta de que cada lugar tiene su propio sonido y sustancia, que evocan diferentes sensaciones, sentimientos y espacios interiores de nuestro interior. Así, de alguna manera, recorrer el Templo de Damanhur es emprender un viaje por dentro de uno mismo.


Un hecho muy particular contribuye a acentuar el clima especial que se respira dentro del recinto: la construcción se encuentra en el punto exacto en que la placa continental euro-asiática se toca con la africana, haciendo surgir la milonita, un mineral muy antiguo que transporta la energía física de la tierra. Los Templos de Damanhur se ubican sobre una vena del mineral que sigue las líneas sincrónicas de nuestro planeta. Estas son una especie de ríos de energía que atraviesan el mundo y lo conectan al universo, permitiendo el flujo de pensamientos y sueños.

Una mezcla de delicada arquitectura con un profundo sentido de humanidad, una conjunción perfecta de materialidad y espiritualidad: eso es lo que representa la Octava Maravilla del Mundo. Ante el constante asombro de los visitantes, Airaudi da una respuesta sencilla. Él señala que los templos existen para recordar a las personas de que somos capaces de mucho más de lo que pensamos, y de que podemos encontrar tesoros escondidos en nuestro interior una vez que sabemos cómo acceder a ellos.

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