Cuando en 1977 se produjo el célebre film “La Guerra de las Galaxias”, el ingenio suplió la falta de recursos tecnológicos. La apertura de la película –las conocidas letras que se deslizan hasta perderse en el espacio- fue realizada de una forma bastante ingeniosa; una cuerda señalaba el recorrido de la cámara, mientras esta iba arrastrándose hacia atrás para crear la perspectiva del texto. Las letras se imprimieron en láminas de 2 por 0,5 metros, que se iluminaban por debajo, sostenidas por gruesos soportes. Para crear el efecto de arrastre, la cámara se movía en forma longitudinal sobre el modelo.