Cuando el Papa Pio IX secuestró un niño judío
A mediados del siglo 19, un niño judío estaba al borde de la muerte y recibió un bautismo de emergencia por parte de una criada, lo cual lo convirtió automáticamente en católico. Al sobrevivir, según la ley de ese entonces, no podía ser criado por judíos, por lo cual, fue secuestrado del hogar por parte del Estado y puesto bajo la tutela del Papa Pio Nono.
En la Italia de mediados del siglo XIX, la mayor parte de la población profesaba la fe católica. La autoridad del Sumo Pontífice era comparable a la de un rey: su palabra, indiscutible; su poder, prácticamente ilimitado. Tanto era así que el 23 de junio de 1858, en la ciudad de Bolonia, la policía golpeó la puerta de una pareja judía, Salomón y Mariana Padovani Mortara, para llevarse a uno de sus ocho hijos a Roma, donde sería educado como pupilo del Estado. El niño, Edgardo Montara, había padecido una enfermedad que lo había acercado a las puertas de la muerte; en ese momento una criada, compadecida, se encargó de que se le diera el bautismo de emergencia. Con este, Edgardo pasaba a ser miembro de la Iglesia Católica. Como por la época regía una ley que prohibía a los niños católicos ser educados por familias de otra religión, una comisión acudió a la casa de Montara para llevárselo a Roma. Por entonces el Papa se encargó personalmente del ex niño judío, y luego él terminó ordenándose sacerdote.
Nacido a mediados de 1851, Mortara había sido educado bajo el judaísmo hasta los seis años de edad. La Iglesia decidió tomar a su cargo la custodia del niño cuando recibió el testimonio de la criada, que aseguraba que el pequeño había recibido la extremaunción. Anna Morisi, la sirvienta, era católica, así, en principio resulta extraño pensar cómo se encontraría trabajando en un hogar que no lo era. Mortara mismo haría notar, en 1912, que las leyes de los Estados Papales prohibían a los católicos trabajar en casas judías: esta norma habría evitado casos como el suyo mismo. No obstante, la ley fue sistemáticamente ignorada debido a la necesidad de empleo de los sirvientes católicos, que podían trabajar el sábado judío mientras que estos no estaban autorizados realizar ningún tipo de trabajo.
Finalmente el papa Pío IX adoptó a Mortara, quien ingresaría al Seminario durante la adolescencia. El niño fue educado en una casa para conversos, la Casa de los Catecúmenos, mantenida por el Estado. Durante semanas sus padres no pudieron verlo; más adelante, no podrían visitarlo sin supervisión. El Pontífice mantuvo varias audiencias con la familia para persuadirla de que se convirtiera al catolicismo, con lo que podría recuperar a Mortara. A pesar de la insistencia del sacerdote, los padres se negaron a cambiar de religión.
En 1870 los padres de Mortara intentaron recuperar a su hijo; sin embargo, para ese entonces el joven ya era mayor de edad y había decidido continuar profesando el catolicismo. Ese mismo año fue asignado a Francia, donde ingresó en la orden de los Agustinos. A los 23 años fue ordenado sacerdote y adoptó el nombre espiritual de Pío, en honor al Sumo Pontífice. En adelante consagraría buena parte de su vida a misionar para convertir a los judíos, aunque no obtuvo éxito. Finalmente falleció en 1940, a los 88 años de edad, en una abadía de Bélgica.
El caso de Montara tuvo repercusión internacional. Cerdeña, el mayor estado independiente de Italia, que impulsaba la unificación italiana bajo un único gobierno, utilizó el caso para tachar a la Iglesia de oscurantista e insistir en que los Estados Papales debían ser liberados del gobierno eclesiástico. Es posible que el incidente de la familia judía haya contribuido a extender la opinión de que los Estados Papales deberían ser conquistados. De todas maneras, en 1870 el ejército italiano asaltó la ciudad y Roma fue anexada a la naciente Italia, que quedaría unificada tal como la conocemos hoy.
Por otra parte, numerosas organizaciones judías y figuras intelectuales del Reino Unido, Alemania, Austria y Francia reaccionaron en contra de la decisión de Pío IX. Incluso protestó el emperador Napoleón III, cuyas tropas tenían la misión de proteger al Papa contra las organizaciones italianas anticlericales. De todas maneras, haciendo oídos sordos a las críticas, en 1865 Pío aseguró que si hubiera sido necesario, hubiera vuelto a hacer lo mismo con el niño. No obstante, el caso redundó en la creación, en 1860, de la Alianza Universal Israelita, una organización que nuclea a los judíos para enfrentar situaciones similares a las de la familia en cuestión.
En 1997, el profesor de antropología, historia y estudios italianos David Kertzer sacó a la luz una investigación recopilada en el libro “El secuestro de Edgardo Montara”. En este pone en duda que el bautismo realmente se haya llevado a cabo. Además, al parecer la criada testigo de la ceremonia estaba tratando de obtener una suma de dinero de la Iglesia, por lo que su buena voluntad quizás haya tenido móviles interesados. Incluso, tenía reputación de ladrona. El libro de Kertzer difundió la historia de Montara al público masivo, y el interés generado por ella impulsó el rodaje de una película con Anthony Hopkins y Javier Bardem, que finalmente no se llevó a cabo por falta de fondos.
El famoso caso volvió a tener eco a comienzos de este siglo, cuando la Iglesia comenzó las diligencias necesarias para canonizar al papa Pío IX. Numerosas organizaciones judías y descendientes de la célebre familia protestaron en el vaticano en el año 2000. Incluso, el diario The New York Times publicó varias editoriales sobre el tema, reclamando la vuelta de Mortara al seno familiar.